Siempre he sido una niña muy introvertida. No me gustaba relacionarme con los demás o salir a la calle a jugar. Prefería pasar mi tiempo en casa viendo películas, las cuales veía cientos de veces, hasta que me aprendía cada escena y cada diálogo; para luego ir a mi habitación a representar esa misma película que había visto.
Un día mi madre me apuntó obligada a teatro y para mi gran sorpresa me encantó. El teatro consiguió que me abriera a la gente y me dio herramientas para interactuar. En las clases me convertía en una persona más sociable y extrovertida y durante esas horas no existía nada más, solo esa historia, ese personaje y ese espacio donde todo transcurría. ¡Era como en mis películas!.
No podría determinar el momento exacto en el que decidí ser actriz, porque siempre recuerdo tener la idea en la cabeza. Pero sí existe un punto de inflexión desde el día que tomé la decisión de llevarlo a cabo profesionalmente. Desde ese momento hasta ahora, mi máxima siempre ha sido formarme y perfeccionarme como actriz. Y durante ese camino he descubierto que la actuación y cada personaje que interpreto, me dan la oportunidad de introducirme en rincones de mi misma que desconocía y que no era capaz de ver. Solo soy capaz de conseguir esa experiencia a través de la interpretación y es una experiencia a la que soy adicta y sin la cual ya no podría vivir…